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Cuidando (viejas) plantas

April 29, 2022

Había una cosa, no menor, que no podía guardar en la bodega durante la transición al cuarto básico: mis plantas en macetas. No sobrevivirían el abandono, la falta de luz y de agua. En mi mente solo había dos opciones: regalarlas o llevármelas al terreno aunque tuvieran que sobrevivir el proceso de la obra. Quizá de manera egoísta, opté por la segunda opción. Las plantas que se pudieran ver beneficiadas por plantarse directamente en el suelo las coloqué sobre un talud que sabía ningún camión de material o ningún trabajador estaría pasando por ahí. Ese fue el primer gesto hacía la concepción de mi jardín (pero eso será otro texto). El resto, unas treinta y seis macetas con plantas para el exterior (o por lo menos que pudieran sobrevivir a la exposición directa del sol) las coloqué a unos diez metros de la obra del cuarto básico. Las dieciocho macetas de plantas de interior las intente refugiar al costado, en una zona sombreada gran parte del día. Cada día que iba a supervisar el avance de la construcción, me tomaba el tiempo para regar cada una de las macetas. Al inicio de la obra no había una llave de paso y mucho menos una manguera, por lo que la tarea implicaba ir una y otra vez con una cubeta para regar al tambo de agua con los que los trabajadores generaban mezcla. Tomaba tres viajes al tambo para regar las cincuenta y cuatro macetas. Lo hice dos veces a la semana durante tres meses. Los trabajadores debieron notar mi dedicación y cariño a mis plantas. Aun así, un día, día de aplanado de muros exteriores, llegué demasiado tarde. La mayoría de las hojas de las plantas estaban de ligeramente a no tan ligeramente salpicadas con mezcla. Estaba ofendido. Aleje una por una de las macetas y comencé a limpiarlas. Fui limpiando hoja por hoja intentando respirar practicar mi aprendizaje de meditación y respirar profundo. Supongo que me hace falta mucha practica aun. Repentinamente grité: !Que poca madre! Me han visto cuidar de mis plantas cada día que vengo. ¿No se les ocurrió moverlas aunque sea un poco para evitar que se salpicaran? ¿No fueron capaz de tomarse el tiempo, tiempo que por cierto yo les pago, para alejarlas de su cochinero? Me miraron como si no supieran cual era el drama. Me dio pena mi brote de furia y seguí limpiando las hojas en un incomodo. Luego fue el carpintero, que al trabajar las ventanas recubrió las macetas con aserrín. Cuando me vio mirando las macetas, por lo menos tuvo el ingenio de decirme que era buen abono para las plantas. Asumí que no solo sería una batalla monumental sino casi un milagro que las plantas sobrevivieran el proceso de obra. El día de mudanza finalmente llego. Todas ellas estaban tristes pero la gran mayoría había sobrevivido la tortura. En lo que esperaba que llegara la camioneta con los muebles y cajas, fui colocando las macetas chicas sobre una banca vieja que ya había llevado para sentarme y tomar notas en ella sobre el proceso de obra. Las macetas grandes las coloqué en frente de la banca. Me imaginaba que iba construyendo una barrera de plantas que protegería al cuarto básico. Limpie nuevamente cada una de sus hojas, prometiéndoles que lo peor ya había pasado, que de ahora en adelante ya no las abandonaría. Sí, soy de los que les hablo a las plantas. Ellas han sido mis compañeras de casa, algunas de ellas me han acompañado ya por seis años, desde que decidí venirme a vivir a Valle de Bravo. Así es que les agradecí por aguantar el proceso de obra. Les di la bienvenida a nuestro nuevo hogar: al cuarto básico, que no se sentiría como un hogar sin la presencia de plantas.

Tags vidalenta, tinyliving, jardineria
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